Azucena sí sabe cómo quererme
A veces en el metro suceden cosas. Situaciones y conversas inesperadas que levantan las vistas de los teclados.
Historias cotidianas que mantienen el corazón en vilo queriendo saber.
Historias bonitas, que hacen recordar que el drama habita en cada uno si rascamos con una monedita la capa gris que esconde nuestra pretendida rutina.
Lunes, Metro de Madrid…
Él absolutamente clochard. Ella rubia, divina. La típica pareja que no y no. Esa que miras y jamás esperarías que…
– Ví a Azucena cobrando por querer verme, eso sí es querer. (Cobrando de palos, no de pasta, esto lo he entendido después, en el contexto) Y mi padre impidiéndoselo. Y así durante veinte años. Eso sí. Eso es querer. Ella me ha querido de forma animal. Y ahora que podríamos estar juntos que mi padre ya no está, yo estoy colgado de ti. Y no puedo haceros eso a ninguna. Mírame. Mírame a los ojos tú, que contestas mis WhatsApp tres horas después, que eliges tus tiempos, que me dominas. Que me atas. ¿Qué hago con Azucena? ¿Qué hago contigo? ¿Dónde voy ahora?
– Siéntate (se ha quedado un asiento vacío a mi lado, estoy petrificada y no puedo moverme para que estén juntos)
– ¿Para qué?
– Para no quedarte de pie, así de sencillo. (si esta es la que domina… ¡válgame Dios!)
– ¿Para demostrarte una vez más el poder que tienes sobre mi? No voy a sentarme. Eres cruel.
– Y tú estás borracho. (Cierto) ¿Qué te contesto a esto? Estoy casada. Y cansada. No hay más. Ya lo sabías…
– Isabel…
Próxima estación Sainz de Baranda. Quería quedarme pero me levanto porque es mi parada, y caigo en la cuenta de que puedo cederle el sitio. Al novio de Azucena, al novio de Isabel. Dale gas.
#HistoriasDelMetro
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