Larga, curvada y espesa. Así la mirada

Poco se habla del drama de salir a comprar una máscara de pestañas, antes conocida con el nombre comercial de rímmel, la marca homónima.

– Hola, quería un rímmel

– Una máscara de pestañas, ¿verdad, cariño? Rimmel no trabajamos…

– Estoooo. Sí. (Que tiquismiquis me ha parecido)

– Genial!! ¿Y cómo te gustan las pestañas, cielo?

– Perdón? Pues… que queden oscuras, bonitas, no sé. ¿Como pueden ser?

– Verás. Hay muchos tipos de máscaras. Por eso te preguntaba si te gustan las pestañas largas, curvadas o espesas, bonita.

– Mmmm… ¿largas, curvadas o espesas? No voy a elegir. Me gusta que lo sean todo: largas, curvadas y espesas. Como a todo el mundo, ¿no?

– Ya. Pero hay que elegir para ir acotando, tesoro. Cada una de nosotras le pedimos cualidades distintas a una máscara; depende de nuestro tipo de ojos, corazón.

– Ya. No. Yo no. Es que yo siempre lo quiero todo. Una tara de la infancia, supongo.

(Comienza a ponerse nerviosa)

– Bueno, a ver si podemos encontrar algo que se ajuste a tus necesidades. ¿Resistente al agua o no?

(Nótese que ya no usa apelativos cariñosos y su tono comienza a ser más cortante)

– Que resista, sí. -respondo- Sobre todo a las lágrimas que a veces no se pueden contener; al resto ya me apaño yo. Pero eso sí, que al final de la función sea de las que se limpian con facilidad. Que no deje huella..

– Es incompatible. Si resiste a la humedad, siempre va a costar limpiarlo. Pero este, aunque no es waterproof, aguanta mucho.

– Ok. Lo imaginaba. Sucede igual con los pensamientos recurrentes y con aquello que queremos olvidar, ¿sabes? Se resisten a no dejar huella para siempre. Cómo un amor que uno no consigue olvidar y vuelve una y otra vez en bucle para atormentarnos… en fin, que me lío; la realidad es que tampoco suelo llorar demasiado. de hecho casi nunca, otra tara, ¿ves? Te lo decía por si llegado el momento iba a poder confiar en mi rímmel. Una nunca sabe qué retos puede ponerle enfrente la vida…

– Bueno… (carraspea y mira hacia los lados sintiendo, como yo, que somos víctimas, ambas, de una cámara oculta. De pronto toma una decisión: acota ella.) Esta marca, -sigue diciendo-, me parece que puede ser interesante para lo que buscas; en general toda la gama de XXX es súper maximizadora y su efecto de buena cara es inmediato. Deja una mirada de infarto y agranda visualmente el ojo. Te va a gustar. Ahora pasemos al cepillito que es el toque final: ¿Corto o largo? ¿Redondo? ¿Grueso? Delgado? ¿Curvado? ¿Recto?

– Uy, segunda decisión en diez minutos. Pues… el mejor, claro. El que deje la pestaña larga, curvada y espesa. Total, cómo va a costar el quitarlo, mejor que me dure la mirada de infarto un rato largo, ¿no?

(Tengo la sensación de que esta señora cree que no he usado un rimmel en mi vida…)

– Ya… no hay ninguno, que yo conozca, que haga todo. Algo tendrás que elegir, ¿no?… ¿qué tipo te gusta? (Se masca la tragedia, pero es que esto es peor que ir a pedir una hamburguesa a McDonald)

– Es que no lo sé, de verdad que no. El que me recomiendes… (lo único que sé es que esto huele a fracaso qtcgs). A ver, voy a elegir esta forma, por ejemplo, que me parece mona. Es que de verdad… nunca me había planteado lo de la maximización nivel pro.

– Bien! Ya vamos acercándonos. Este deja las pestañas muuuuuuy abiertas y no deja grumos porque es muy ergonómico. Y además coge el producto justo y evita que se seque el contenido.

– Chachi. Pues a partir de ahora tendré para siempre unas pestañas largas, curvadas, espesas y abiertas gracias a este cepillo súper ergonómico.

– Bueno, tanto no sé…

– Sí, mujer, hay que arriesgarse. La vida es de los que se la juegan. Seguro que va bien. Creo que me lo llevo. ¿Me cobras cuando puedas?

– Uy! Se me olvidaba decirte si quieres además un ‘Primer’. Es que este concretamente no lo trae, pero podemos mirar en otras firmas. Es súper útil para proteger la pestaña previo al maquillaje, y a nivel durabilidad funciona mejor…, Entiendo que lo querrías en negro, no? Tengo que ir dentro a mirar…

– Mira, vamos a hacer una cosa, me vas a dar otro rimmel exactamente igual al que yo usaba y nos dejamos de líos, porque la verdad es que me iba guay. Solo quería cambiar, pero me resulta demasiado complicado barajar todas estas posibilidades bajo el sol de agosto.

Perpleja, me mira largo rato y decide ir a buscarlo. Yo creo que piensa que o soy u una tarada con mucho tiempo libre o una mistery shopper.

– Aquí tiene, señora. (señora? Me ha llamado señora? de corazón a señora hay un paso) ¿Tarjeta de socio? ¿Va a querer bolsita por veinte céntimos?

– No a las dos preguntas. Muchas gracias señora usted también. Buen día.

– Buen día cielo. Gracias por comprar en XXX.

Y me giro y me voy. Y sé, que mientras camino muy digna hacia la salida no sin antes haberle dirigido una mirada de infarto, con mis pestañas largas, curvadas, espesas y abiertas por naturaleza, ella rumia un “tanta paz lleves, loca de las olas, como descanso dejas”…

Y así la vida.

**Esto pasó de verdad en agosto de 2022 y lo publiqué en twitter -ahora X-. Hoy, cosas de la vida, lo he recordado y no quería dejar pasar la oportunidad de rescatarlo y dejarlo por aquí.

Uno de mis secretos antiestrías

Los que me conocéis sabéis que vivo embalsamada en cremas y olores, y, si bien en cierto que soy fielísima a ciertas marcas desde hace años, mi instinto de probadora de untes, hierbas, afeites y aromas, hace que no pase por alto ni una reseña revistil, ni un escaparate lleno de potingues, ni una recomendación; ni siquiera puedo resistirme a las muestras.

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