5 planes para Semana Santa

Tan buen plan como coger una maleta medio vacía, cruzarse el mundo y desaparecer una temporadita, -Algo a lo que yo me he dedicado hasta hace muy poco tiempo- es quedarse esta Semana Santa en Madrid y disfrutar de los pequeños placeres que ofrece la ciudad. Sólo es necesario escoger la mejor de las compañías posibles y echarle imaginación.
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Mi Petit Madrid, turismo ilustrado.

Pasear Madrid con ojos de turista. Y ser de aquí. O estar. O vivir, que no es lo mismo,  y querer disfrutar la ciudad intensamente. Convertirse en extranjero en Madrid, aún habiendo caminado sus rincones infinidad de mañanas. O de noches de insomnio. Disfrutar y abrir los ojos a esta ciudad maravillosa que no se agota nunca. Levantar la vista de lo cotidiano, desperezar las ganas, ganarle la partida a la prisa y voilà! descubrir maravillosos edificios, lugares con encanto, restaurantes nuevos, planes inagotables, garitos de moda, tiendas, rutas, museos…

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Cielo rojo sobre Bombay

Aterrizo en Chhatrapati Shivaji, el aeropuerto internacional de Bombay, y me cuesta respirar. Hay un algo denso, espeso, cálido y almizclado en el ambiente.

Se hace necesario repasar los sentidos y la intuición. La vista, el oído, el gusto y el tacto no arrojan datos, sin embargo sí la intuición. Y el olfato. Y todo junto componen un crisol de sensaciones difíciles de describir.

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007 Udaipur. A las siete en punto

Cien por cien Rajasthan, esta ciudad es pura India con otra vuelta de tuerca. Es lo que tiene este desierto tan poco desierto, que atesora ciudades tan distintas entre sí que consiguen, con ese rosario de matices,  asombrar a cada paso con su caleidoscopio de emociones.

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Los gozos y las sombras

Se les va la luz varias veces al día. Basta con quererla, basta con necesitarla, -y nótese aquí que estos términos no deben usarse nunca como sinóminos- para que, caprichosa, la luz, estrelle de bruces contra el suelo la realidad occidental del viajero y ponga de manifiesto que la vida, azarosa, siempre estuvo gobernada por los gozos y las sombras de unos ciclos, de los que a veces, a este lado del planeta, nos olvidamos.

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En la siguiente baza, seguro que habrá más suerte

Todavía con el calor de las sábanas impregnado en la piel y con pocas ganas de darme esa ducha que aleje el recuerdo de mi mullida almohada, encremarme y lanzarme a este Madrid implacable, me han venido a la memoria los ojos de los hombres del desierto.

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Jugar a pisar los charcos

Y a saltar sobre ellos, a salpicarse, a acompañar el agua de carreras, de risas, de gritos y de esa alegría que sólo los niños saben contagiar.

Y a chapotear en ellos cuando alcanzan medio metro, como si todo quedara suspendido en ese instante maravilloso en el que en este punto exacto del mundo, dónde nada importa tanto y las pérdidas duelen menos, ocho niños juegan a ser niños, como cuando cae la noche y regresan a sus casas y ya nadie les ve. Han dejado a un lado las baratijas que venden y solo existe el agua, su juego y un cierto aire de envidia en los ojos de los mayores.

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Jodhpur de los mil azules

Coquetea con el añil, pero el azul de esta ciudad con mácula sigue siendo un azul diferente, un azul sagrado. Pero coquetea, claro que lo hace. Tanto, que casi se convierte en algunos de sus muros, los que dan al norte, en un añil profundo, promesa de noches de verano al raso. Podría ser casi índigo, pero no. Y también se acerca al lapislázuli, al azul oscuro, al marino, al cobalto, al acero, al klein, al cyan, al celeste, al turquesa incluso, o al bondi, según cómo la sombra juegue con la sombra al doblar de las esquinas.

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Seduce, provoca, inquieta. Es Masala Chai, sin pleonasmos.

Seduce su aroma y de este modo toma por asalto el sentido del gusto, y junto a él se disparan el resto; enciende la imaginación, alimenta el espíritu, calienta en invierno, refresca durante el estío, aleja el hastío y tiene propiedades digestivas, ayurvédicas y sensuales. En nariz es meloso, fuerte e inquietante a la vez, y en boca la explosión es inesperada. Como esa mujer hermosa con la que soñabas. Fuera pleonasmos*, es Masala Chai.

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Las Ratas son sagradas, los hombres van descalzos

Existe un lugar en el mundo donde las ratas son sagradas y los hombres van descalzos. Hay un templo, el de Karni Mata*, y hay una creencia que lleva a los hombres a honrar a este animal, y, por tanto, venerarlo, cuidarlo y dejar que se sienta libre de campar a sus anchas por sus instalaciones.

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