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Cielo rojo sobre Bombay

Aterrizo en Chhatrapati Shivaji, el aeropuerto internacional de Bombay, y me cuesta respirar. Hay un algo denso, espeso, cálido y almizclado en el ambiente.

Se hace necesario repasar los sentidos y la intuición. La vista, el oído, el gusto y el tacto no arrojan datos, sin embargo sí la intuición. Y el olfato. Y todo junto componen un crisol de sensaciones difíciles de describir.

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007 Udaipur. A las siete en punto

Cien por cien Rajasthan, esta ciudad es pura India con otra vuelta de tuerca. Es lo que tiene este desierto tan poco desierto, que atesora ciudades tan distintas entre sí que consiguen, con ese rosario de matices,  asombrar a cada paso con su caleidoscopio de emociones.

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En la siguiente baza, seguro que habrá más suerte

Todavía con el calor de las sábanas impregnado en la piel y con pocas ganas de darme esa ducha que aleje el recuerdo de mi mullida almohada, encremarme y lanzarme a este Madrid implacable, me han venido a la memoria los ojos de los hombres del desierto.

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Jugar a pisar los charcos

Y a saltar sobre ellos, a salpicarse, a acompañar el agua de carreras, de risas, de gritos y de esa alegría que sólo los niños saben contagiar.

Y a chapotear en ellos cuando alcanzan medio metro, como si todo quedara suspendido en ese instante maravilloso en el que en este punto exacto del mundo, dónde nada importa tanto y las pérdidas duelen menos, ocho niños juegan a ser niños, como cuando cae la noche y regresan a sus casas y ya nadie les ve. Han dejado a un lado las baratijas que venden y solo existe el agua, su juego y un cierto aire de envidia en los ojos de los mayores.

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Jodhpur de los mil azules

Coquetea con el añil, pero el azul de esta ciudad con mácula sigue siendo un azul diferente, un azul sagrado. Pero coquetea, claro que lo hace. Tanto, que casi se convierte en algunos de sus muros, los que dan al norte, en un añil profundo, promesa de noches de verano al raso. Podría ser casi índigo, pero no. Y también se acerca al lapislázuli, al azul oscuro, al marino, al cobalto, al acero, al klein, al cyan, al celeste, al turquesa incluso, o al bondi, según cómo la sombra juegue con la sombra al doblar de las esquinas.

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Seduce, provoca, inquieta. Es Masala Chai, sin pleonasmos.

Seduce su aroma y de este modo toma por asalto el sentido del gusto, y junto a él se disparan el resto; enciende la imaginación, alimenta el espíritu, calienta en invierno, refresca durante el estío, aleja el hastío y tiene propiedades digestivas, ayurvédicas y sensuales. En nariz es meloso, fuerte e inquietante a la vez, y en boca la explosión es inesperada. Como esa mujer hermosa con la que soñabas. Fuera pleonasmos*, es Masala Chai.

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Las Ratas son sagradas, los hombres van descalzos

Existe un lugar en el mundo donde las ratas son sagradas y los hombres van descalzos. Hay un templo, el de Karni Mata*, y hay una creencia que lleva a los hombres a honrar a este animal, y, por tanto, venerarlo, cuidarlo y dejar que se sienta libre de campar a sus anchas por sus instalaciones.

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Opio, misticismo y celos en Pushkar

Para entrar a Pushkar hay que atravesar una barrera hecha con bambú, cuerdas y una pequeña polea. En un extremo, una piedra hace las veces de contrapeso. En el otro, un niño guardaagujas recoge las rupias y, una vez contadas, suelta lastre para que la piedra haga su trabajo y permita que se alce la barrera de uno de los lugares de peregrinaje hinduista más importantes de la India -todo hindú debe peregrinar a él una vez en su vida.

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Lo que veo

Por ejemplo un autobús atestado de bracitos colgantes que adelanta a una moto con tres ocupantes y a su vez es adelantado por un camión profusamente decorado, que a su vez es adelantado por un viejo Ambassador, que a su vez es adelantado por nosotros. Y a la derecha, tocando frenética el claxon, una moto más queriendo adelantarnos a todos, antes de que llegue cualquiera que circule en dirección contraria.

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Negros, abisales; como si la vida no diera miedo nunca

Los ojos de los hombres del desierto albergan miradas de ébano, inquebrantables,  inmensamente limpias, como si la lejanía del horizonte y la planicie ocre de la tierra que habitan despejaran cualquier sombra de duda. Como si la vida no diera miedo nunca. Como si supieran el secreto, el después.

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